Mis visitas

dilluns, 11 de febrer del 2013


Capítulo 2: Mulsiak Laak

 “El corazón se me está helando y tengo heridas de la medida de una aceituna a las plantas de los pies. Te he tenido que seguir, pero siempre te escapas. Lástima que no te pueda tocar porque soy un simple ser incorpóreo, pero ay si pudiera… Temblarías si te atrapase, por no haberme ayudado.”
Me levanté temprano, aquel día. El sol brillaba como nunca había visto que brillase. Pero, si no hubiese sido por Byok, que me despertó completamente, habría dormido aun más, cosa que deseaba con locura.
Nos partimos unos trozos de pan, pero comimos poco, para guardar provisiones. Recogí un poco de agua y me la guardé en un pequeño cántaro de hierro oxidado.
Nos pasamos el día andando, siguiendo un camino árido. No encontrábamos nada, y me dolían los huesos de tanto movernos. Lo que más me cansaba eran las pesadas quejas e insistencias de Byok, que me decía que estaba demasiado cansado y que quería ir con su mamá y su hermano Folk. Sí, Folk, como la música del pueblo.
No muy lejos, se oía jolgorio. Nos acercamos al ruido y nos aturamos delante de una posada. Sus exteriores eran muy bellos; madera pulida de roble, una puerta pintada de color amarillo, y vitrales de colores. Arriba, había un cartel con un marco de color azul cielo, donde había escrito el nombre del hostal
Mulsiak Laak
No entendía el significado de aquellas dos palabras, pero sabía que estaban escritas en deleso. Aquello era buena señal, quería decir que estábamos cerca de Delino.
Abrí la puerta de aquella posada con sigilo, temiendo que alguien me gritara si hacía demasiado alboroto al entrar. Había pensado en entrar lentamente, teniendo tiempo a observar a toda la gente que nos rodeaba, pero Byok, con los nervios corriéndole por las venas, no pudo resistirse a hacer una entrada triunfal.
Se sentó a uno de los taburetes de delante de la barra y le pidió un vaso de leche al posadero que, con una sonrisa simpática, fue a la cocina para prepararlo.
-¿Caliente, tibia o fría? –preguntó el hombre a la lejanía.
-Fría –dijo el niño, con una voz suficiente para que el otro lo escuchara.
Mientras me acercaba a él, justo antes de sentarme a otro taburete, alguien me tocó la espalda. Me giré, y descubrí a una chica con una pinta extraña.
-Hola –hizo ella, y me alargó la mano, con una expresión facial indiferente-. Me llamo Rélika –sin que nadie le diera permiso, se sentó a mi lado-. Mis padres me pusieron este nombre, porque significa reliquia en deleso. ¿Quién eres, tú? ¿Qué haces aquí?
Hice caso omiso a sus preguntas.
-¿Hablas deleso? ¿Eres de Delino? ¿Que me podrías llevar?
Me pareció que Rélika se mosqueó un poco.
-Sí que hablo deleso, pero no vivo en Delino. Sé que está cerca de aquí, pero vivo aquí, en la posada. Mulsiak Laak, el título de la posada, significa “El lago de la música”. Mis padres son los dueños. El que le ha traído la leche a tu hermano es mi padre.
-No es mi hermano.
-Pues quién sea. ¿Quién eres, tú? ¿Qué haces, aquí? –repitió sus preguntas, remarcando el acento de interrogación con sorna.
-Mis padres y mi abuela murieron, y no me quería quedar sola, así que cogí todas las cosas de valor que pude, dinero y ropa, y emprendí un viaje hacia Dernia para vender los objetos inservibles que llevaba encima y ganarme la vida. A Byok me lo encontré al bosque, y me pidió que lo llevase con su madre y su hermano, a Delino. Me dijo que, si lo llevaba, su madre me llevaría a Dernia.
Rélika me miraba, extrañada, acabando de entender lo que le había contado. Durante aquellos momentos que el silencio nos reinaba, me fijé más en su aspecto. Tenía los ojos almendrados, de color verde amarillento, y los labios primos y secos, la cara pecosa y el cabello rizado de un color anaranjado.
Iba a responderme, pero todos callaron de repente cuando la puerta de la taberna se abrió con un pequeño chasquido. Un hombre barbudo y de pelo largo entró a la estancia con un pequeño violín castaño claro y comenzó a tocar una estridente y alegre canción con sus grandes manos.
La gente, animada, picaba con los pies al suelo y con las manos a las mesas. Había mucho ruido, pero no me molestaba. Más bien dicho, me animaba. Byok se levantó del taburete, dejando el vaso de leche medio lleno, y comenzó a saltar.
Siguió al violinista y le preguntaba cosas. El hombre lo ignoraba, pero le dedicaba una sonrisa afable.
-Es el noble Carfel, de Dernia. Viene muy a menudo a tocar, para animar a la gente de la posada. Es un violinista muy preciado, y todos le tienen mucho aprecio porque es una gran persona. Da dinero a los necesitados y te hace favores aunque no te conozca de nada.
Rélika me iba contando cosas sin importancia, pero a mí sólo se me quedó la primera frase que dijo. Alguien salió de una puerta interior de la taberna y, después que hasta el violín de Carfel callase, apareció una mujer con un arpa.
-Es mi madre –comentó Rélika, orgullosa.
Era una mujer muy hermosa. El pelo rubio como el trigo, ondulado como las olas del mar, recogido en una larga trenza que le llegaba a la cintura. Tenía una cara que provocaba armonía, te sentías en paz al solo verla sonreír. Se sentó en un pequeño sofá de terciopelo y, ante la mirada de todos, acarició las cuerdas del instrumento con los dedos, haciendo sonar unas notas que te hacían sentir como si estuvieses en el cielo.
La gente movía sus cabezas al ritmo de la música, y yo también me dejé llevar. Me giré para comentarle a Rélika que su madre tocaba muy bien, pero había desaparecido de mi vista.
Entonces volví a la realidad. Rélika me había contado que Carfel era un noble de Dernia y que era un hombre muy amable. ¡Quizás me podía llevar allí! Me levanté del taburete y registré todos los rincones de la posada, decidida a encontrarlo. Era mi esperanza, y me agarraba a ella fuertemente.
Me aparté del bullicio de gente y la música que salía del arpa se iba disipando poco a poco. Me paré delante de una puerta de madera, la cual abrí, y vi que llevaba a un patio exterior. Salí, y vi a una pareja que se estaban besando. Intenté volver a dentro sin hacer ruido y que continuasen con sus cosas, pero desafortunadamente me oyeron andando y se pararon.
Me miraron con fijeza. El chico sonrió. Pero no fue una sonrisa de querer ligar conmigo, sino de amabilidad.
-Hola, ¿quién eres? –dijo él.
-Me llamo… Lymra –dije, con un hilo de voz-. Siento molestaros. Ya me voy.
-No, tranquila –se avanzó la chica, con una mirada acusadora y una voz no muy simpática. Era una chica muy bonita, con el pelo rubio, unos ojos azules enormes como el océano y un cuerpo esbelto que debía gustar mucho a los chicos-. No molestas. Quédate. Mira cómo nos besamos, y…
-¡Iris! –gritó el chico, molesto- No seas antipática. No te preocupes, Lymra. Se enfada fácilmente. Encantado de conocerte, me llamo Uriel.
Pensaba que me pediría que me fuese, pero, en vez de eso, me alargó la mano, presentándose. Se la apreté, pero estaba un poco incómoda. La chica también me apretó la mano pero no me dijo su nombre, aunque su novio ya lo había mencionado.
-Bien, yo me voy… -dije, discretamente, caminando hacia la puerta.
-¡Ah, no, Lymra! ¡No es necesario que te vayas! Siéntate con nosotros, y contemplemos juntos la puesta del sol.
Me sorprendió que Uriel me pidiese por quedarme con ellos. Detecté la cara de resignación que Iris hizo, porque quería quedarse a solas con él, y la entendí a la perfección, aunque nunca había salido con un chico. No podía quedarme allí, aunque Uriel era muy simpático, tenía que ir a buscar a Carfel antes que se marchara.
-Gracias por la propuesta, Uriel, pero me tengo que ir. Tengo cosas que hacer, y se me hará tarde…
-Venga, mujer… No creo que llegues a tener alguna otra oportunidad de contemplar la llegada de la noche con nosotros. Además, tenemos una botella de ravish, si te apetece…
-¿Ravish? –pregunté, curiosa. Era una palabra que jamás había oído.
-Es un licor muy bueno. No tiene mucho alcohol, y tiene frutas del bosque y exóticas. Pruébalo, te gustará.
Me clavó una mirada suplicante durante unos segundos, y no me pude resistir a aquellos ojos verdes tan encendidos.
-Vale, pero sólo un vasito. Sólo me tomaré un vaso y marcharé después de daros las gracias por vuestra amabilidad.
Uriel sonrió, contento porque acepté. Como no había más vasos que los suyos, me ofreció la botella y bebí unos sorbos. Era un licor dulce, realmente bueno, y tenia ganas de beber más, pero decidí no excederme, porque sería demasiado.
Les di las gracias y les dije adiós, pero, mientras me dirigía a la puerta, no podía parar de mirar la botella medio llena de licor. No pude resistirme; como una loca, me acerqué y bebí unos cuantos sorbos más. Más bien, me terminé la botella entera.
Uriel soltó una carcajada. No se esperaba que fuese a caer en la tentación de beber más. Pero me di cuenta de que fue un error, porque un dolor de cabeza me asaltó de repente. Tuve que sentarme a una silla, porque las piernas se me movían solas y el dolor no cesaba.
-Al final te quedas, ¿eh? –oí que Uriel me preguntaba, burleta, pero no respondí.
La pareja se sentó a mi lado en dos otras sillas. Oí un leve resoplido de resignación que hizo Iris al ver que me quedaba y que su amiguito con privilegios no ponía objeción alguna.
No sé cuánto rato lo hice, pero me dormí. Sólo sé que cuando me desperté todo estaba oscuro y las sillas donde estaban sentados Iris y Uriel ahora estaban vacías. Me levanté, trastornada. Busqué la puerta de la taberna, entre la oscuridad, y no me costó mucho encontrarla, gracias a la leve luz que emitía la luna.
Sólo había un par de antorchas encendidas al interior del local. El padre de Rélika frotaba con tranquilidad la barra. No tenía ninguna prisa. Mientras me acercaba a él, percibió el ruido de mis pasos.
-Hola, lo siento mucho, pero el servicio de cocina ha cerrado hace veinte minutos. Puedes alquilar una habitación, si quieres.
Iba a responder, pero me di cuenta de que había perdido a Carfel. Pero perderlo a él no era lo más importante, sino haber perdido a Byok. ¿Dónde se había metido? No me preocupé por él desde que me había encontrado con Uriel. Los nervios me pusieron a flor de piel.
-¡Mierda! ¿Has visto un niño pequeño, de unos seis años, muy moreno de piel, y…?
-Byok, ¿aquel niño tan vivaracho? ¡Claro! Me ha dicho que no encontraba a una tal Lymra que le había prometido que lo llevaría a Delino, y que no tenía sitio dónde dormir. Así que le he dejado una manta y un colchón a la buhardilla para que pasara allí la noche. ¿Tú eres ésa tal Lymra?
-Pues… sí. ¿Aún está en la buhardilla?
-Sí.
-Ahora lo iré a ver. Por cierto, ¿el noble Carfel se ha quedado a pasar la noche aquí?
-No. El señor Carfel siempre vuelve a su palacio de Dernia. No viene cada día a visitarnos. Cuando viene, nos deleita un pequeño y precioso concierto de violín y después vuelve con sus carros a su ciudad.
Solté un suspiro de resignación.
-Gracias por la información. Me gustaría saber cuánto cuesta pasar una noche aquí.
-Pues las habitaciones más baratas ya están ocupadas, sólo nos queda una en total, y es la más cara. Cuesta cinco monedas de oro la noche.
Aquello me sorprendió. ¿Cinco monedas de oro? ¡No las tenía ni de guasa! Lo único que tenía eran penosas monedas de bronce y cobre. Le di las gracias y le dije que subía a la buhardilla para visitar a Byok.
-Que vaya bien, señorita –hizo el hombre, con una reverencia cordial.
Subí las escaleras que conducían al piso superior y vi aquel pequeño bulto que sobresalía del suelo. Me acerqué, y una sonrisa me iluminó el rostro al ver su pequeño cuerpecito acurrucado bajo una manta de color naranja.
E hice lo que no debí hacer. Me estiré allí, a su lado, y me quedé durmiendo. No podía permitirme una habitación tan cara, no obstante, tampoco podía dejar solo a Byok. El frío se me clavaba sin misericordia a los pies y las manos, pero era mejor esto que ninguna otra cosa.

6 comentaris:

  1. Magnífic Rebe. Realment escrius molt i molt bé. M'has deixat parat de com de bé ho fas.
    Continúa escrivint, val molt la pena.
    Petonets

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  2. Bravo, Rebeca!!!
    Em tens molt al.lucinada perquè escrius molt bé!!!En sèrio, continua, no deixis mai d'esciure!
    I ara, aviam què els passa a la Lymra i al Byok quan es despertin. Tinc ganes de saber-ho.

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    1. Moltíssimes gràciess :D Demà segurament publicaré el tercer.

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