Capítulo 2: Mulsiak Laak
“El corazón se
me está helando y tengo heridas de la medida de una aceituna a las plantas de
los pies. Te he tenido que seguir, pero siempre te escapas. Lástima que no te
pueda tocar porque soy un simple ser incorpóreo, pero ay si pudiera… Temblarías
si te atrapase, por no haberme ayudado.”
Me levanté temprano, aquel
día. El sol brillaba como nunca había visto que brillase. Pero, si no hubiese
sido por Byok, que me despertó completamente, habría dormido aun más, cosa que
deseaba con locura.
Nos partimos unos trozos de
pan, pero comimos poco, para guardar provisiones. Recogí un poco de agua y me
la guardé en un pequeño cántaro de hierro oxidado.
Nos pasamos el día andando,
siguiendo un camino árido. No encontrábamos nada, y me dolían los huesos de
tanto movernos. Lo que más me cansaba eran las pesadas quejas e insistencias de
Byok, que me decía que estaba demasiado cansado y que quería ir con su mamá y
su hermano Folk. Sí, Folk, como la música del pueblo.
No muy lejos, se oía
jolgorio. Nos acercamos al ruido y nos aturamos delante de una posada. Sus
exteriores eran muy bellos; madera pulida de roble, una puerta pintada de color
amarillo, y vitrales de colores. Arriba, había un cartel con un marco de color azul
cielo, donde había escrito el nombre del hostal
Mulsiak Laak
No entendía el significado de
aquellas dos palabras, pero sabía que estaban escritas en deleso. Aquello era
buena señal, quería decir que estábamos cerca de Delino.
Abrí la puerta de aquella
posada con sigilo, temiendo que alguien me gritara si hacía demasiado alboroto
al entrar. Había pensado en entrar lentamente, teniendo tiempo a observar a
toda la gente que nos rodeaba, pero Byok, con los nervios corriéndole por las venas, no
pudo resistirse a hacer una entrada triunfal.
Se sentó a uno de los
taburetes de delante de la barra y le pidió un vaso de leche al posadero que,
con una sonrisa simpática, fue a la cocina para prepararlo.
-¿Caliente, tibia o fría?
–preguntó el hombre a la lejanía.
-Fría –dijo el niño, con una
voz suficiente para que el otro lo escuchara.
Mientras me acercaba a él,
justo antes de sentarme a otro taburete, alguien me tocó la espalda. Me giré, y
descubrí a una chica con una pinta extraña.
-Hola –hizo ella, y me alargó
la mano, con una expresión facial indiferente-. Me llamo Rélika –sin que nadie
le diera permiso, se sentó a mi lado-. Mis padres me pusieron este nombre,
porque significa reliquia en deleso. ¿Quién eres, tú? ¿Qué haces aquí?
Hice caso omiso a sus
preguntas.
-¿Hablas deleso? ¿Eres de
Delino? ¿Que me podrías llevar?
Me pareció que Rélika se
mosqueó un poco.
-Sí que hablo deleso, pero no
vivo en Delino. Sé que está cerca de aquí, pero vivo aquí, en la posada. Mulsiak Laak, el título de la posada,
significa “El lago de la música”. Mis padres son los dueños. El que le ha
traído la leche a tu hermano es mi padre.
-No es mi hermano.
-Pues quién sea. ¿Quién eres,
tú? ¿Qué haces, aquí? –repitió sus preguntas, remarcando el acento de
interrogación con sorna.
-Mis padres y mi abuela
murieron, y no me quería quedar sola, así que cogí todas las cosas de valor que
pude, dinero y ropa, y emprendí un viaje hacia Dernia para vender los objetos
inservibles que llevaba encima y ganarme la vida. A Byok me lo encontré al
bosque, y me pidió que lo llevase con su madre y su hermano, a Delino. Me dijo
que, si lo llevaba, su madre me llevaría a Dernia.
Rélika me miraba, extrañada,
acabando de entender lo que le había contado. Durante aquellos momentos que el
silencio nos reinaba, me fijé más en su aspecto. Tenía los ojos almendrados, de
color verde amarillento, y los labios primos y secos, la cara pecosa y el
cabello rizado de un color anaranjado.
Iba a responderme, pero todos
callaron de repente cuando la puerta de la taberna se abrió con un pequeño
chasquido. Un hombre barbudo y de pelo largo entró a la estancia con un pequeño
violín castaño claro y comenzó a tocar una estridente y alegre canción con sus
grandes manos.
La gente, animada, picaba con
los pies al suelo y con las manos a las mesas. Había mucho ruido, pero no me
molestaba. Más bien dicho, me animaba. Byok se levantó del taburete, dejando el
vaso de leche medio lleno, y comenzó a saltar.
Siguió al violinista y le
preguntaba cosas. El hombre lo ignoraba, pero le dedicaba una sonrisa afable.
-Es el noble Carfel, de
Dernia. Viene muy a menudo a tocar, para animar a la gente de la posada. Es un
violinista muy preciado, y todos le tienen mucho aprecio porque es una gran
persona. Da dinero a los necesitados y te hace favores aunque no te conozca de
nada.
Rélika me iba contando cosas
sin importancia, pero a mí sólo se me quedó la primera frase que dijo. Alguien
salió de una puerta interior de la taberna y, después que hasta el violín de
Carfel callase, apareció una mujer con un arpa.
-Es mi madre –comentó Rélika,
orgullosa.
Era una mujer muy hermosa. El
pelo rubio como el trigo, ondulado como las olas del mar, recogido en una larga
trenza que le llegaba a la cintura. Tenía una cara que provocaba armonía, te
sentías en paz al solo verla sonreír. Se sentó en un pequeño sofá de terciopelo
y, ante la mirada de todos, acarició las cuerdas del instrumento con los dedos,
haciendo sonar unas notas que te hacían sentir como si estuvieses en el cielo.
La gente movía sus cabezas al
ritmo de la música, y yo también me dejé llevar. Me giré para comentarle a
Rélika que su madre tocaba muy bien, pero había desaparecido de mi vista.
Entonces volví a la realidad.
Rélika me había contado que Carfel era un noble de Dernia y que era un hombre
muy amable. ¡Quizás me podía llevar allí! Me levanté del taburete y registré
todos los rincones de la posada, decidida a encontrarlo. Era mi esperanza, y me
agarraba a ella fuertemente.
Me aparté del bullicio de
gente y la música que salía del arpa se iba disipando poco a poco. Me paré
delante de una puerta de madera, la cual abrí, y vi que llevaba a un patio
exterior. Salí, y vi a una pareja que se estaban besando. Intenté volver a
dentro sin hacer ruido y que continuasen con sus cosas, pero desafortunadamente
me oyeron andando y se pararon.
Me miraron con fijeza. El
chico sonrió. Pero no fue una sonrisa de querer ligar conmigo, sino de
amabilidad.
-Hola, ¿quién eres? –dijo él.
-Me llamo… Lymra –dije, con
un hilo de voz-. Siento molestaros. Ya me voy.
-No, tranquila –se avanzó la
chica, con una mirada acusadora y una voz no muy simpática. Era una chica muy
bonita, con el pelo rubio, unos ojos azules enormes como el océano y un cuerpo
esbelto que debía gustar mucho a los chicos-. No molestas. Quédate. Mira cómo
nos besamos, y…
-¡Iris! –gritó el chico,
molesto- No seas antipática. No te preocupes, Lymra. Se enfada fácilmente.
Encantado de conocerte, me llamo Uriel.
Pensaba que me pediría que me
fuese, pero, en vez de eso, me alargó la mano, presentándose. Se la apreté,
pero estaba un poco incómoda. La chica también me apretó la mano pero no me
dijo su nombre, aunque su novio ya lo había mencionado.
-Bien, yo me voy… -dije,
discretamente, caminando hacia la puerta.
-¡Ah, no, Lymra! ¡No es
necesario que te vayas! Siéntate con nosotros, y contemplemos juntos la puesta
del sol.
Me sorprendió que Uriel me
pidiese por quedarme con ellos. Detecté la cara de resignación que Iris hizo,
porque quería quedarse a solas con él, y la entendí a la perfección, aunque
nunca había salido con un chico. No podía quedarme allí, aunque Uriel era muy
simpático, tenía que ir a buscar a Carfel antes que se marchara.
-Gracias por la propuesta,
Uriel, pero me tengo que ir. Tengo cosas que hacer, y se me hará tarde…
-Venga, mujer… No creo que
llegues a tener alguna otra oportunidad de contemplar la llegada de la noche
con nosotros. Además, tenemos una botella de ravish, si te apetece…
-¿Ravish? –pregunté, curiosa.
Era una palabra que jamás había oído.
-Es un licor muy bueno. No
tiene mucho alcohol, y tiene frutas del bosque y exóticas. Pruébalo, te
gustará.
Me clavó una mirada
suplicante durante unos segundos, y no me pude resistir a aquellos ojos verdes
tan encendidos.
-Vale, pero sólo un vasito.
Sólo me tomaré un vaso y marcharé después de daros las gracias por vuestra
amabilidad.
Uriel sonrió, contento porque
acepté. Como no había más vasos que los suyos, me ofreció la botella y bebí
unos sorbos. Era un licor dulce, realmente bueno, y tenia ganas de beber más,
pero decidí no excederme, porque sería demasiado.
Les di las gracias y les dije
adiós, pero, mientras me dirigía a la puerta, no podía parar de mirar la
botella medio llena de licor. No pude resistirme; como una loca, me acerqué y
bebí unos cuantos sorbos más. Más bien, me terminé la botella entera.
Uriel soltó una carcajada. No
se esperaba que fuese a caer en la tentación de beber más. Pero me di cuenta de
que fue un error, porque un dolor de cabeza me asaltó de repente. Tuve que
sentarme a una silla, porque las piernas se me movían solas y el dolor no cesaba.
-Al final te quedas, ¿eh? –oí
que Uriel me preguntaba, burleta, pero no respondí.
La pareja se sentó a mi lado
en dos otras sillas. Oí un leve resoplido de resignación que hizo Iris al ver
que me quedaba y que su amiguito con privilegios no ponía objeción alguna.
No sé cuánto rato lo hice,
pero me dormí. Sólo sé que cuando me desperté todo estaba oscuro y las sillas
donde estaban sentados Iris y Uriel ahora estaban vacías. Me levanté,
trastornada. Busqué la puerta de la taberna, entre la oscuridad, y no me costó
mucho encontrarla, gracias a la leve luz que emitía la luna.
Sólo había un par de
antorchas encendidas al interior del local. El padre de Rélika frotaba con
tranquilidad la barra. No tenía ninguna prisa. Mientras me acercaba a él,
percibió el ruido de mis pasos.
-Hola, lo siento mucho, pero
el servicio de cocina ha cerrado hace veinte minutos. Puedes alquilar una
habitación, si quieres.
Iba a responder, pero me di
cuenta de que había perdido a Carfel. Pero perderlo a él no era lo más
importante, sino haber perdido a Byok. ¿Dónde se había metido? No me preocupé
por él desde que me había encontrado con Uriel. Los nervios me pusieron a flor
de piel.
-¡Mierda! ¿Has visto un niño
pequeño, de unos seis años, muy moreno de piel, y…?
-Byok, ¿aquel niño tan vivaracho?
¡Claro! Me ha dicho que no encontraba a una tal Lymra que le había prometido
que lo llevaría a Delino, y que no tenía sitio dónde dormir. Así que le he
dejado una manta y un colchón a la buhardilla para que pasara allí la noche.
¿Tú eres ésa tal Lymra?
-Pues… sí. ¿Aún está en la
buhardilla?
-Sí.
-Ahora lo iré a ver. Por
cierto, ¿el noble Carfel se ha quedado a pasar la noche aquí?
-No. El señor Carfel siempre
vuelve a su palacio de Dernia. No viene cada día a visitarnos. Cuando viene,
nos deleita un pequeño y precioso concierto de violín y después vuelve con sus
carros a su ciudad.
Solté un suspiro de
resignación.
-Gracias por la información.
Me gustaría saber cuánto cuesta pasar una noche aquí.
-Pues las habitaciones más
baratas ya están ocupadas, sólo nos queda una en total, y es la más cara.
Cuesta cinco monedas de oro la noche.
Aquello me sorprendió. ¿Cinco monedas de oro? ¡No las tenía ni de guasa! Lo único que tenía eran penosas monedas de bronce y cobre. Le di las gracias y le dije que subía a la buhardilla para visitar a Byok.
Aquello me sorprendió. ¿Cinco monedas de oro? ¡No las tenía ni de guasa! Lo único que tenía eran penosas monedas de bronce y cobre. Le di las gracias y le dije que subía a la buhardilla para visitar a Byok.
-Que vaya bien, señorita
–hizo el hombre, con una reverencia cordial.
Subí las escaleras que
conducían al piso superior y vi aquel pequeño bulto que sobresalía del suelo.
Me acerqué, y una sonrisa me iluminó el rostro al ver su pequeño cuerpecito
acurrucado bajo una manta de color naranja.
E hice lo que no debí hacer.
Me estiré allí, a su lado, y me quedé durmiendo. No podía permitirme una
habitación tan cara, no obstante, tampoco podía dejar solo a Byok. El frío se
me clavaba sin misericordia a los pies y las manos, pero era mejor esto que
ninguna otra cosa.
Sigue ;)
ResponEliminaSi recibo más comentarios seguiré :)
EliminaMagnífic Rebe. Realment escrius molt i molt bé. M'has deixat parat de com de bé ho fas.
ResponEliminaContinúa escrivint, val molt la pena.
Petonets
Moltíssimes gràcies!!! Continuaré, continuaré.
EliminaBravo, Rebeca!!!
ResponEliminaEm tens molt al.lucinada perquè escrius molt bé!!!En sèrio, continua, no deixis mai d'esciure!
I ara, aviam què els passa a la Lymra i al Byok quan es despertin. Tinc ganes de saber-ho.
Moltíssimes gràciess :D Demà segurament publicaré el tercer.
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