Capítulo 1: Byok
“Oh, niña, líbrame de la oscuridad. Estas tinieblas me
están poniendo realmente nervioso. Tu eres la única capaz... Sálvame.”
Aquellos indescifrables
suspiros fueron las últimas palabras que escuché antes de marchar de aquella fúnebre
mansión. Ya hacía tiempo que mis padres murieron a causa de batallas carnales e
impresionantes, pero esto ya es otra historia.
Vivía con mi abuela. Pero
también murió, y me quedé sola. Y con ella también murieron aquellas deliciosas
sopas con regusto de romero, su especialidad.
Así que cogí un par de
objetos de valor para vender al mercado de Dernia y también mis cuatro trapitos
que cosía y descosía para utilizarlos como diferentes piezas de ropa.
Comencé a andar, pero no sabía
donde ir. No tenía un rumbo fijo. Y la cagué del todo, porque encima salí de
noche. Yo, que no estaba para nada acostumbrada a los ruidos nocturnos, siempre
me agachaba cuando oía el murmullo de los animalitos que hacían en los arbustos
o el leve grito de los búhos encima de las ramas de los árboles.
No tardé ni dos horas, que ya
me paré a una posada. Le pagué una moneda de bronce al posadero a cambio de dos
comidas y una cama por una noche. La cena que me sirvió aquel buen hombre fue
un plato de judías, un trozo de pan caliente, recién hecho, y un poco de queso.
El problema era la cama. Era
demasiado blanda, y chirriaba de manera irritante cada vez que articulaba un mínimo
movimiento.
Al amanecer ya me había
levantado. El posadero me sirvió un poco más de pan y margarina y más queso. Lo
devoré en un santiamén y emprendí la marcha hacia Dernia. Antes de salir de la
posada, pero, le pregunté al hostalero si había alguien por allí dispuesto a
llevarme en carro. Por desgracia, hacía días que nadie pasaba por allí, así que
tuve que darle las gracias y continuar mi camino a pie.
Me dolían los pies, así que
decidí sentarme un rato en las hojas secas y descoloridas del suelo.
Cuando me levantaba para
continuar andando, oí unos murmullos que hicieron que me sentara de nuevo. Observé
mis alrededores, quería que alguien saliera de su escondite y se mostrara.
Pero no era un animal feroz o
una bestia descomunal de raza desconocida. Simplemente era un niño. Un mocoso
de unos seis años. Y continuaba dándome miedo. Pero no era su pequeña
apariencia la que me asustaba, sino lo que decía, los gritos terribles que le
salían por aquella boquita de piñón.
-Korak via lump!
No entendía nada de lo que
decía, pero me ponía la piel de gallina. Parecía el idioma de Delino, pero sus
facciones denotaban que era del sur. Tenía el pelo marrón, los labios gruesos y
muy carnosos para ser un niño tan pequeño, la piel tostada y los ojos oscuros
como la noche.
Delicadamente, lo agarré por
el brazo y lo acerqué a mí. No paraba de repetir aquella maldita frase la cual
no era capaz de descifrar el significado, i aquello me ponía realmente
nerviosa.
-Hola, guapo. ¿Cómo te
llamas? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
Repitió por última vez la
frase. Después cerró los ojos durante un instante y, cuando los abrió, me miró,
con cara de asustado. Se movió un poco para apartar-se de mí, pero yo cada vez
le apretaba más fuerte el brazo.
-¿Quién eres? Suéltame. ¿Y
mamá?
-¿Qué estabas diciendo, hace
nada?
-¿Cuándo?
-Hablabas en deleso, creo.
Todo el rato decías una cosa así: corag
bi lum? ¿Me equivoco?
-Yo no he dicho nada.
-Sí que lo has dicho. ¿Cómo
te llamas?
-Byok. Y tengo siete años.
-Byok, trata de recordar lo
que estabas diciendo. Seguro que es importante… Estabas rogando algo. Parecías
desesperado.
-¡Que no he dicho nada! ¿Quién
eres tú? Mamá siempre me dice que no vaya con desconocido, ¡y menos si llevan
bolsas grandes! ¡Suéltame, quiero volver a casa!
-¡No te haré nada! ¡Me llamo
Lymra! Quiero ir a Dernia y quedarme. Vivía en una mansión, cerca de aquí, con
mi abuela, pero murió, y no me gusta quedarme allí sola, es espantoso. ¿Sabes cómo
ir, a Dernia?
-Mamá está en Delino, y yo me
he perdido.
-Sabía que hablabas en deleso.
Dernia está cerca de Delino. Quizás sabrías cómo ir…
-¡No!
Pensaba que se iría, pero, en
vez de eso, se sentó a mi lado, con los brazos cruzados. Se puso de morros,
pero no paraba de echarme miraditas, para que le pidiera perdón por mi
insistencia y lo llevara a su pueblo.
-Puedo llevarte con tu madre
si después me ayudáis a ir a Dernia.
Una sonrisa le iluminó la
cara. Se levantó de golpe y comenzó a dar brincos y a observar con inocencia
los pájaros que piaban y volaban de una rama a otra.
Preferí quedarme detrás suyo,
para cubrirle las espaldas. Tenía que protegerlo. Pasaron muchas horas, y sólo
habíamos travesado un pequeño tramo del bosque. Teníamos mucha hambre. Determiné,
por la luz del sol, que debían de ser las dos del mediodía. Le dije a Byok que
se sentara encima de una roca o al suelo mismo y me alejé un poco de él,
dispuesta a recolectar algunas plantas o bayas que hubiese.
Como no había nada por ahí, decidí
utilizar una de las provisiones que había robado en la posada. Sí, esto no lo
he contado. Durante aquella misma noche, la cama chirriaba tanto que solo pude
dormir un par de horas, así que aproveché que el posadero roncaba en su cuarto
para coger pan, queso y trozos de carne sin hacer.
Suponía que la carne debía de
ser de conejo o de un zorro. Había llegado a aquella conclusión por el olor y
su estética.
Cogí unos cuantos troncos
para calar fuego y, mientras éste crepaba con violencia, le acerqué un trozo de
conejo/zorro para que se hiciera un poco. Cuando parecía que estaba mínimamente
hecho, lo corté a trocitos y le di un par a Byok, que se lo zampó en menos que
canta un gallo, hambriento.
Yo me comí un par de trozos más.
Estaban repugnantes, pero el hambre me vencía. Aún no entendía cómo había
podido comerme tal porquería.
No tardamos mucho en
levantarnos de nuevo y continuar andando. Hacía mucho calor. Estaba
completamente sudada, desde el pelo hasta los pies, y me imaginaba que Byok
también, porque lo oía jadear, como si le faltase el aire.
El sol empezó a esconderse,
dejando paso a la luna. Estábamos derrotados, así que nos aturamos junto a una
pequeña baza de agua dulce, que nos fue de gran ayuda, porque por fin pudimos
saciar nuestra sed.
Nos preparamos una especie de
camas de mala calidad. Tapé a Byok con un trozo de ropa que encontré en mi saco
de “cosas” y, justo cuando me iba a estirar, vi una sombra a unos cuantos
metros lejos.
Apareció una chispa azulada y
la sombra desapareció.
que buena! quiero siguiente capitulo :)
ResponEliminaMuchas gracias:) si recibo algún otro comentario, publicaré el segundo.
EliminaEts molt bona escrivint. Quan més ho fas millor et queda. Continua perquè m'agrada molt llegir-te.
ResponEliminaPetonets
Moltíssimes gràcies! M'encanta que t'agradi. Un petó.
EliminaQue bé que escrius!
ResponEliminaMe quito el sombrero i tinc ganes de més.