Mis visitas

divendres, 8 de febrer del 2013


Capítulo 1: Byok

“Oh, niña, líbrame de la oscuridad. Estas tinieblas me están poniendo realmente nervioso. Tu eres la única capaz... Sálvame.”
Aquellos indescifrables suspiros fueron las últimas palabras que escuché antes de marchar de aquella fúnebre mansión. Ya hacía tiempo que mis padres murieron a causa de batallas carnales e impresionantes, pero esto ya es otra historia.
Vivía con mi abuela. Pero también murió, y me quedé sola. Y con ella también murieron aquellas deliciosas sopas con regusto de romero, su especialidad.
Así que cogí un par de objetos de valor para vender al mercado de Dernia y también mis cuatro trapitos que cosía y descosía para utilizarlos como diferentes piezas de ropa.
Comencé a andar, pero no sabía donde ir. No tenía un rumbo fijo. Y la cagué del todo, porque encima salí de noche. Yo, que no estaba para nada acostumbrada a los ruidos nocturnos, siempre me agachaba cuando oía el murmullo de los animalitos que hacían en los arbustos o el leve grito de los búhos encima de las ramas de los árboles.
No tardé ni dos horas, que ya me paré a una posada. Le pagué una moneda de bronce al posadero a cambio de dos comidas y una cama por una noche. La cena que me sirvió aquel buen hombre fue un plato de judías, un trozo de pan caliente, recién hecho, y un poco de queso.
El problema era la cama. Era demasiado blanda, y chirriaba de manera irritante cada vez que articulaba un mínimo movimiento.
Al amanecer ya me había levantado. El posadero me sirvió un poco más de pan y margarina y más queso. Lo devoré en un santiamén y emprendí la marcha hacia Dernia. Antes de salir de la posada, pero, le pregunté al hostalero si había alguien por allí dispuesto a llevarme en carro. Por desgracia, hacía días que nadie pasaba por allí, así que tuve que darle las gracias y continuar mi camino a pie.
Me dolían los pies, así que decidí sentarme un rato en las hojas secas y descoloridas del suelo.
Cuando me levantaba para continuar andando, oí unos murmullos que hicieron que me sentara de nuevo. Observé mis alrededores, quería que alguien saliera de su escondite y se mostrara.
Pero no era un animal feroz o una bestia descomunal de raza desconocida. Simplemente era un niño. Un mocoso de unos seis años. Y continuaba dándome miedo. Pero no era su pequeña apariencia la que me asustaba, sino lo que decía, los gritos terribles que le salían por aquella boquita de piñón.
-Korak via lump!
No entendía nada de lo que decía, pero me ponía la piel de gallina. Parecía el idioma de Delino, pero sus facciones denotaban que era del sur. Tenía el pelo marrón, los labios gruesos y muy carnosos para ser un niño tan pequeño, la piel tostada y los ojos oscuros como la noche.
Delicadamente, lo agarré por el brazo y lo acerqué a mí. No paraba de repetir aquella maldita frase la cual no era capaz de descifrar el significado, i aquello me ponía realmente nerviosa.
-Hola, guapo. ¿Cómo te llamas? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
Repitió por última vez la frase. Después cerró los ojos durante un instante y, cuando los abrió, me miró, con cara de asustado. Se movió un poco para apartar-se de mí, pero yo cada vez le apretaba más fuerte el brazo.
-¿Quién eres? Suéltame. ¿Y mamá?
-¿Qué estabas diciendo, hace nada?
-¿Cuándo?
-Hablabas en deleso, creo. Todo el rato decías una cosa así: corag bi lum? ¿Me equivoco?
-Yo no he dicho nada.
-Sí que lo has dicho. ¿Cómo te llamas?
-Byok. Y tengo siete años.
-Byok, trata de recordar lo que estabas diciendo. Seguro que es importante… Estabas rogando algo. Parecías desesperado.
-¡Que no he dicho nada! ¿Quién eres tú? Mamá siempre me dice que no vaya con desconocido, ¡y menos si llevan bolsas grandes! ¡Suéltame, quiero volver a casa!
-¡No te haré nada! ¡Me llamo Lymra! Quiero ir a Dernia y quedarme. Vivía en una mansión, cerca de aquí, con mi abuela, pero murió, y no me gusta quedarme allí sola, es espantoso. ¿Sabes cómo ir, a Dernia?
-Mamá está en Delino, y yo me he perdido.
-Sabía que hablabas en deleso. Dernia está cerca de Delino. Quizás sabrías cómo ir…
-¡No!
Pensaba que se iría, pero, en vez de eso, se sentó a mi lado, con los brazos cruzados. Se puso de morros, pero no paraba de echarme miraditas, para que le pidiera perdón por mi insistencia y lo llevara a su pueblo.
-Puedo llevarte con tu madre si después me ayudáis a ir a Dernia.
Una sonrisa le iluminó la cara. Se levantó de golpe y comenzó a dar brincos y a observar con inocencia los pájaros que piaban y volaban de una rama a otra.
Preferí quedarme detrás suyo, para cubrirle las espaldas. Tenía que protegerlo. Pasaron muchas horas, y sólo habíamos travesado un pequeño tramo del bosque. Teníamos mucha hambre. Determiné, por la luz del sol, que debían de ser las dos del mediodía. Le dije a Byok que se sentara encima de una roca o al suelo mismo y me alejé un poco de él, dispuesta a recolectar algunas plantas o bayas que hubiese.
Como no había nada por ahí, decidí utilizar una de las provisiones que había robado en la posada. Sí, esto no lo he contado. Durante aquella misma noche, la cama chirriaba tanto que solo pude dormir un par de horas, así que aproveché que el posadero roncaba en su cuarto para coger pan, queso y trozos de carne sin hacer.
Suponía que la carne debía de ser de conejo o de un zorro. Había llegado a aquella conclusión por el olor y su estética.
Cogí unos cuantos troncos para calar fuego y, mientras éste crepaba con violencia, le acerqué un trozo de conejo/zorro para que se hiciera un poco. Cuando parecía que estaba mínimamente hecho, lo corté a trocitos y le di un par a Byok, que se lo zampó en menos que canta un gallo, hambriento.
Yo me comí un par de trozos más. Estaban repugnantes, pero el hambre me vencía. Aún no entendía cómo había podido comerme tal porquería.
No tardamos mucho en levantarnos de nuevo y continuar andando. Hacía mucho calor. Estaba completamente sudada, desde el pelo hasta los pies, y me imaginaba que Byok también, porque lo oía jadear, como si le faltase el aire.
El sol empezó a esconderse, dejando paso a la luna. Estábamos derrotados, así que nos aturamos junto a una pequeña baza de agua dulce, que nos fue de gran ayuda, porque por fin pudimos saciar nuestra sed.
Nos preparamos una especie de camas de mala calidad. Tapé a Byok con un trozo de ropa que encontré en mi saco de “cosas” y, justo cuando me iba a estirar, vi una sombra a unos cuantos metros lejos.
Apareció una chispa azulada y la sombra desapareció.


5 comentaris:

  1. que buena! quiero siguiente capitulo :)

    ResponElimina
    Respostes
    1. Muchas gracias:) si recibo algún otro comentario, publicaré el segundo.

      Elimina
  2. Ets molt bona escrivint. Quan més ho fas millor et queda. Continua perquè m'agrada molt llegir-te.
    Petonets

    ResponElimina
    Respostes
    1. Moltíssimes gràcies! M'encanta que t'agradi. Un petó.

      Elimina
  3. Que bé que escrius!
    Me quito el sombrero i tinc ganes de més.

    ResponElimina